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intención

 

 

Para comenzar a redactar este texto, o más propiamente aún, para comenzar a dar vueltas en ciertas palabras del mismo, me atrevo a decir que inicio de forma insegura. Digamos que hay conceptos que se escapan 3 cm por encima de mi cabeza mientras se burlan de mi palabrerío en el primer párrafo.  Redundancias aquí y allá para explicar lo que vengo a hablar a continuación: Decisiones. Como la decisión que probablemente tomé al analizar de qué manera comenzaría este escrito. No se si acertada o por el contrario, totalmente errónea y absurda, debo aclarar que es algo inevitable ya que en algún momento debía empezar a escribirlo. Ahora bien, los seres humanos estamos llenos de decisiones. Irónicamente no es algo que hayamos elegido al nacer. No hemos tomado la decisión de llegar a un mundo habitado por ciertos animales, olores, colores y botellas de coca-cola con el nombre de Brayan. Pero las decisiones de cierto modo se impregnan a nuestra vida así como se impregnó en mí el perfume con olor a pachulí que mi nariz soportó todo el lunes pasado. Las decisiones están aquí y en la carrera 15 con 32. Las decisiones vienen en color naranja pastel y se bajan en la estación del metrolínea. Las decisiones te hacen un masaje cerca de la nuca y luego se toman un break comiendo chocorramo. Las decisiones se hacen un pedazo arrugado de papel pegado en el zapato, al cual a veces llevamos o nos atrevemos a llevar a todas partes. Lucía no llevó un papel en su zapato, pero sí un Decidiario en sus dos manos. Y podemos decir que uno para cada situación que lo necesitó presente. Uno, dos o tres decidiarios tal vez son la excusa para materializar el hecho de optar por las distintas situaciones que se nos presentan en la vida cotidiana. Situaciones que siempre están dando giros en nuestra cabeza, o giros en un decidiario, al abrir y cerrar una y otra vez los picos del juego. Lucía es tal vez ese tintineo en mi cabeza, esa aclaración de personaje con el cual la gente puede identificar sus continuas inseguridades al momento de decidir. Aquellas que de una u otra manera atormentan dos o tres cabellos maltratados en agua oxigenada, cuatro o cinco canas teñidas con tintura sin amoniaco o seis o siete cueros cabelludos remojados en champú anti-caspa y brillo multivitamínico. Los decidiarios quieren ser el modo de entender el apego al chicle para curar el mal aliento o la necesidad de sumergirnos en la piscina con las manos sobre el borde para no sentir el riesgo de ahogarnos. Es tal vez la razón por la cual todos o la mayoría de personas sentimos como Lucía, el apuro de huir de esa gran responsabilidad que abarca el tomar decisiones para un fin o resultado. De todos modos, no todo es color rojo satín y digo rojo como acento en algo negativo porque no me gusta ese color. Simplemente así. Para aquellos que vean la historia en busca de alguna solución o quizás un respiro a sus incertidumbres, siempre hay un chico de corbatín azul encima de un flotador en el medio de la piscina para rompernos el esquema. 

 

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